Lluvias dejan un ambiente desolador en zonas afectadas.
SANTO DOMINGO. Sin alimentos, sin colchones, ropas ni utensilios domésticos, pero con la esperanza de recibir ayuda, están decenas de familias del Gran Santo Domingo afectadas por las lluvias que dejaron remanentes de la tormenta Beryl el pasado martes, las que anegaron sus viviendas con la crecida de cañadas, ríos y arroyos.
En el barrio Nuevo Amanecer, en Los Alcarrizos, el panorama es desolador, todas las propiedades fueron colocadas frente a las viviendas hasta donde el arroyo Lebrón subió y cubrió casi por completo algunas de las viviendas.
Lodo, zapatos, sillas, colchones, estufas, mesas y aparatos electrónicos son parte de lo que se observa frente a las viviendas, dentro y encima. Los residentes se afanan en retornar a la normalidad sacando el agua que todavía queda en casas y calles. Detrás, el Arroyo Lebrón corre en calma, contrario a la furia con que lo hacía desde la madrugada del martes, y a su lado una estela de plantas acostadas en una sola dirección muestra lo que fueron las enfurecidas aguas y los límites de la crecida.
Por allí, específicamente en la calle Hermanas Mirabal, solo ha pasado el alcalde Junior Santos, pero únicamente llevó promesas, confirma José Antonio Rodríguez, quien ha tenido que irse a dormir donde familiares en la parte más alta cercana a su vivienda.
El martes algunas familias recibieron raciones alimenticias y esperan que las autoridades les lleven colchones y electrodomésticos. Más abajo, y donde se unen Arroyo Lebrón y la gran cañada Jicaco la situación es similar, el agua no le dio tiempo a sacar nada porque en menos de 15 minutos el desborde llegaba hasta la mitad de la calle San Francisco.
Yésica Amancio, vive en una casita de hojalata y cuenta que tuvo que salir corriendo a la una de la madrugada del martes con su hija de dos años para evitar ser arrastrada por la cañada.
No tiene nada porque lo poco que poseía se dañó. Cuenta que la Defensa Civil fue al lugar y llevaron una “fundita” con alimentos, pero más nadie ha vuelto en su ayuda. “Aquí nadie ha venido, trajeron una fundida y por ahí mismo”, cuenta la joven mujer mientras se observa su casita llena de lodo y todo mojado.
Hacía muchos años que no se desbordaba la cañada en esa proporción y como cuentan Francisco Crisóstomo y Luisa de la Rosa, todo fue tan rápido que no les dio tiempo a salvar nada. Sus colchones ni los han podido sacar a secarse por lo pesados que están y, hasta el medio día de ayer, había agua en la casa.
“Mire como estamos sin cama y sin nada, estamos encueros porque hasta la ropa no las llevó...ayer pasaron, nos dejaron una fundita, pero mire la hora y nadie ha vuelto por aqu, para dormir yo tuve que tirarme ahí en el piso mojado”, explica Cristobalina Vicente, otra afectada.
A Rafelín Vicente hasta las hornillas de la estufa se las llevó la cañada y la poca ropa que quedó está llena de lodo. “Yo no fui a trabajar hoy porque no tengo ni qué ponerme”, contó.
En La Ciénaga
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